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jueves, 12 de julio de 2012

Un hecho insólito en los montes de Da Vinci


La cámara detecta una imagen curiosa sobre una piedra.




Rafael Lema


El valle prealpino de Valganna, en la provincia italiana de Varese, es uno de los más bellos lugares del norte del pais transalpino, con espectaculares lagos, cascadas, verdes montañas y pastos, grutas prehistóricas y rios. De hecho el gran Stendhal llamó a esta región la más bella de Europa. En su centro, entre las montañas mágicas de monte Martica y monte Mondonico se halla la magnífica abadia de San Gemolo de Ganna, con un impagable claustro pentagonal y unos frescos llenos de mensajes ocultos, o no tanto, porque sus patrones y sus ideas están bastante claros para los estudiosos de las viejas corporaciones o fraternidades de iniciados. De hecho, este templo es uno de los secretos templarios de esta comarca, la céltica Insubria, y por ello algunos de sus frescos fueron profanados y tapiados o destruidos a pico por iconoclastas fanáticos. 


Algunos de los paisajes de las pinturas de Leonardo da Vinci se inspiran en estas montañas varesas, ya que el artista filósofo al igual que la mujer de su mecenas Francisco I de Francia, Claudia de Bretaña, visitaron y se deleitaron en estos bellos parajes en su estancia milanesa. La marca de estos dos personajes históricos aparece nítida en el cercano templo de Bodio, lleno de mensajes ocultos, esoterismo, gnosticismo, y la mano del maestro Da Vinci. Estos valles de Varese eran y son el refugio apacible de las grandes familias milanesas, con casas y villas de placer en sus lagos desde el Renacimiento.


El rio Margorabbia que corre desde el lago Ganna al Ghiesa pasa al borde de la abadia templaria y del santuario acuátíco que la escritora y chamana milanesa Alessandra d´Elia, Devana, utiliza para sus rituales curativos y meditaciones. Allí pasé estos dias del mes de julio estudiando el arte y la historia de la región, conociendo sus lugares mágicos, hablando de nuestro camino precristiano al Finisterre con buenos amigosvareses y milaneses, escritores, investigadores, guias, miembros de asociaciones, peregrinos jacobeos, y en este espactacular y prodigioso espacio pude asistir a un hecho insólito. 




UNA EXTRAÑA FOTOGRAFÍA


Mientras Devana hacia un ritual en el agua con unas piedras, que eran bendecidas en inmersión por las divinidades acuativas que desde la larga noche de los tiempos se resguardan en estas montañas lindantes con los alpes suizos, me pidió mi cámara para sacarle ella misma la foto a una de ellas, acariciada por el sol matutino. Yo me fui entonces aguas abajo para escuchar el sonido de las campanas de la abadía templaria, mirando las cumbres sombreadas por alguna nube errante desde uno de los miradores ocultos de Leonardo. Entonces Devana al mirar el resultado de su retrato se llevó una sorpresa, la aparición de un rostro perfecto, con rasgos masculinos, sobre la cara de la piedra fotografiada. Momento que compartió conmigo, tambien asombrado por la imagen. 


No puede ser un reflejo del rostro femenino de la chamana, que en ese momento estaba sola en su ritual en una temprana mañana de julio. Lo entendimos como un reflejo efímero, captado con la magia de la fotografia que prende el tiempo, y que de otra forma quedaria en nuestras retinas como un suspiro, un efecto óptico. La aparición de una de esas ninfas, nuestras xanas de las aguas, las antiguas divinidades acuáticas galaicas o célticas como Ataecina o Bandua, en una región cuna de celtas como la Insubria transalpina. La sorprendente fotografía queda como testimonio de un instante mágico en uno de los puntos de contacto con el ultramundo más poderosos de la vieja Europa.

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